Un problema frecuente para cada profesional que comienza a ofertar sus conocimientos y habilidades es el de decir «No«.
En un sector todavía reciente, como son los llamado «social media algo» (sustituir algo por manager, strategist, analytics, curator u otros bonitos palabros al gusto 😉 ) queda patente la necesidad de conseguir clientes con los que también crecer en experiencia. El momento actual sigue siendo confuso o si no, no habría semejante disparidad a la hora de tasar los servicios realizados. Y es que, como muchos de los que lean este post saben, las tarifas que se ofrecen hoy en día, pueden ir desde los menos de 100€/mes por gestionar comunicación en redes sociales hasta complejas propuestas que conllevan un desembolso mayor a 2000€/mes si incluyen generar contenidos propios de calidad, dirigir acciones online y offline, gestionar campañas de pago en distintas plataformas y otras muchas tareas con o sin departamento de marketing integrado en el proyecto.
Clientes, el origen y la base de cualquier empresa que pretenda obtener un beneficio económico. Sin ellos no hay nada. Tienen por tanto un enorme poder sobre nuestra actividad, de tal forma es así que por miedo a no lograrlos o a perderlos, entramos en un juego de regateo que no solo se puede cuantificar en dinero, sino también en cuanto a desempeño de otros acciones que ni siquiera tienen relación directa con lo que ofertamos, incluso acabamos claudicando y cediendo ante la idea de la pareja del jefe/a, normalmente idea feliz de como realizar un trabajo que suele estar en contra del sentido lógico que tenemos por experiencia y formación. (Sustituir pareja del jefe/a, por amigo del jefe/a, cuñado/a, primo/a o incluso el mismo jefe/a que te contrató porque necesitaba asesoramiento en algo que no domina…) Y consentimos, aunque sepamos que probablemente será negativo para la marca y para el negocio propiamente. Este regateo llega a incluso a que muchos crucen a un terreno de promesas de complicado cumplimiento o por llamarlo de alguna manera, «humo» 😉 .